¡Buenas noches! Lo prometido es deuda, y aquí tenéis un pequeño homenaje al mes de la masturbación: un extracto de mi novela erótica, Radiografía del Deseo, que está próxima a publicarse. Tengo que confesar que no era el post que tenía preparado, ¡cosas del blog!, pero eso quiere decir que esta semana habrá doble post, y el jueves (WordPress mediante), podréis leer el original.
No podía ser de otra manera, se trata del relato de un primer encuentro, que no parece necesario, pero que después se revela como algo…indispensable.
Os dejo con Inés, la protagonista de la novela, y un nuevo amigo. Espero que lo disfrutéis. Me encantará conocer vuestras sensaciones al respecto, y os invito a compartir si os ha gustado.
Inés y el Iris
Al llegar a casa, se dio una ducha y vio un rato la televisión, pero las palabras de Nacha se cruzaban en sus pensamientos una y otra vez, y al final, se levantó y abrió el cajón de la lencería para buscar su regalo de cumpleaños.
Las dos cajas negras y elegantes estaban primorosamente guardadas, rodeadas de su ropa interior.
Sacó el vibrador y lo sostuvo en su mano. Era pesado. Sólido. El tacto, suave y sedoso. «Seguro que está sin batería», pensó sin esperanza, y accionó el comando de encendido.
Dio un respingo, dejando escapar una risita, cuando la vibración hizo saltar el aparato entre sus dedos. Nada mal. Experimentó con la potencia, poniéndolo al máximo. Vaya. Era un cacharrito muy potente. Pulsó los botones para probar otros modos de vibración. Con curiosidad, apretando el aparato en su mano con fuerza para sentirlo.
Lo apagó y lo sostuvo, indecisa. ¿Realmente le hacía falta? Nunca había tenido problemas para llegar al orgasmo, y menos masturbándose. Se encogió de hombros y se tendió en la cama, boca arriba. Dejó el Iris a un lado y, con languidez, deslizó sus bragas blancas de encaje hasta medio muslo, separando un poco las rodillas para exponer su sexo. Apoyó el vibrador sobre su entrada femenina, sintiéndose totalmente idiota. Bueno… la sensación era fresca y agradable. Lo deslizó hacia arriba y hacia abajo con suavidad, como hubiera hecho con sus propios dedos. Nada mal. Podría llegar a acostumbrarse.
Bien, hora de pasar a la acción.
—¡OH! —se le escapó, sorprendida, cuando el dildo empezó a vibrar. Sus pezones se erizaron en una centésima de segundo y los músculos en torno a su vagina y su ano se tensaron con fuerza. No se movió durante unos segundos, dejando que la desconocida sensación calara en ella.
—Uhmmm… —murmuró, con los ojos cerrados, abandonándose al delicioso ronroneo. Poco a poco, se atrevió a mover el Iris arriba y abajo entre sus labios, tan solo insinuando la penetración, ganando confianza. Su propia humedad natural facilitaba el movimiento, enviando oleadas de placer a cada terminación nerviosa. Percibió su aroma dulzón hacerse más intenso, y gimió. La tensión comenzaba a acumularse en cada rincón de su cuerpo: la respiración agitada, el corazón bombeando cada vez más rápido. Llevó la otra mano entre sus muslos y deslizó los dedos sobre sus labios, sensibles e hinchados Pero faltaba algo. Desplazó la punta del vibrador hacia su clítoris y presionó.
—Oh…sí… —murmuró, extasiada.
Era exactamente lo que necesitaba. Modificó la posición, estimularse con la punta era demasiado, así que lo aplicó de lado y volvió a presionar.
Contracciones rítmicas fuera de su control se apoderaron de su sexo. Se mordió el labio inferior mientras seguía moviendo el vibrador entre los labios ya hinchados, sabiendo que el orgasmo estaba muy próximo. Y entonces, aumentó la fuerza de la vibración. Al máximo.
—¡JODER! —exclamó, jadeando con los ojos abiertos como platos. El clímax la golpeó con un latigazo de placer, sin tener que concentrarse, sin tener que tocarse los pezones, sin siquiera intentar la penetración.
El aparato continuó vibrando entre sus dedos inertes, mientras recuperaba el ritmo de su respiración. Despues de unos instantes, lo apagó, y lo miró fijamente.
—Jo-der…
Tras unos minutos de deliciosa languidez sobre su cama, se acomodó las bragas y caminó, pensativa, hasta el cuarto de baño. Limpió y secó con cuidado el Iris y lo depositó en su preciosa bolsita de satén negro forrada en blanco. «Me parece que tú y yo vamos a ser muy amigos», reflexionó mientras cerraba el cajón de lencería con reverencia.
Esa noche durmió como un bebé. Como médico, se auto recetaría un orgasmo diario por el beneficio innegable de un sueño reparador.
©Mimmi Kass
¡Qué delicioso relato! Te puedo asegurar que la intensidad del vibrador me alcanzó hasta las entrañas! Joder! como dicen ustedes. Me encantó ese detalle del sueño reparador, y bueno, si el aparatito te permite llegar a un éxtasis total, como no va a ser un excelente amigo que ayude a relajarte y dormir dulcemente. Mejor receta médica creo no la hay, para dormir como bebé. Disfruto mucho de tu narrativa Mimmi, tan cuidadosa, pulcra, yendo al punto. No veo la hora de leer la novela entera, porque estos fragmentos son unos aperitivos deliciosos que te dejan el hambre hecha. Besos linda, que tu erótica va en buen camino, mucha suerte!
¡Gracias, Graciela! Me llega mucho tu comentario sobre mi narrativa, y estoy deseando que tengáis la novela en vuestras manos. Mientras… iré ofreciendo pequeños bocaditos. Un beso grande!
«se auto recetaría un orgasmo diario por el beneficio innegable de un sueño reparador», yo también quiero esa receta. Sin duda, es una relajante y gustoa forma de concebir el sueño.
Me ha encantado, Mimmi.
¡Un beso enorme!
Ese tipo de recomendaciones no cuesta nada seguirlas… ¡A rajatabla! Gracias por tus palabras, linda. Un beso enorme para ti también. :*
el vibra es un camino de ida… nunca mas puedes prescindir del vibra…
¡Bienvenida, Marina! Me ha encantado tu comentario. ¡Así es! Un compañero muy vital, aunque funcione a batería. Mil besos! ???