Tu amor y una loca geografía: Un viaje inesperado

Tu amor y una loca geografía

Tu amor y una loca geografía es la semilla de una novela romántica que planifiqué durante el confinamiento. Aquí os dejo una pequeña sorpresa, el primer capítulo

. Un proyecto que estoy escribiendo a fuego muy lento, con ganas de disfrutar del camino sin ninguna presión. Sin fechas. Sin estrategias. Por el puro placer de crear una historia con lo que he destilado de vivencias propias, conversaciones con amigas, noticias, paisajes y viajes, después de la pandemia. No sé cuándo subiré cada nuevo capítulo, pero sí que estará aquí disponible para que lo leáis con toda libertad. Si os gusta, me encantará saberlo. Escríbeme en comentarios y dime qué te parecen Valentina y Olimpia, dos mujeres maravillosas.

Capítulo 1

Un viaje inesperado

 

No sé cómo he llegado hasta aquí. Me refiero a que, hasta hace tan solo una semana, estaba sumida en un agujero negro de victimismo y autocompasión. Ahora estoy frente a una maleta en la que tengo que meter a presión ropa que abarca desde un par de bikinis hasta una parka térmica.

¿Por qué estoy en un agujero negro? Porque perder mi trabajo ha sido el golpe que me ha hundido definitivamente después de ir cuesta abajo y sin frenos desde la pandemia.

¿Por qué una maleta? Porque mi hermana, un culo inquieto que sobrevive con todas sus pertenencias dentro de una mochila y una Canon digital colgada del cuello, me ha arrastrado a hacer un viaje. La envidio un poco. Yo soy más de hipoteca a 35 años, pareja estable, dos hijos y comida familiar los domingos. El problema está en que, de todo el pack, solo me queda la hipoteca. El proyecto de lo demás se fue a la mierda gracias, ¡cómo no!, a la pandemia. Pero eso os lo cuento más adelante.

¿Ya os he dicho que me voy de viaje? Con mi hermana pequeña. Con mi loca, irresponsable e imprevisible hermana pequeña. No quiero dar una mala impresión de Valentina, de hecho, ha demostrado soportar  los golpes de la vida bastante mejor que yo, pero somos tan diferentes que me resulta incomprensible entender cómo me he dejado enredar en esta estupidez. A ver. Estamos en diciembre, a punto de estrenar el invierno, y, en vez de escoger un destino de sol, playa y un resort de cinco estrellas de estos en los que tu único esfuerzo consiste en estirar la mano y que te pongan la copa, nos vamos a Islandia. A la puñetera Islandia. Al culo del mundo, a pasar frío, a llegar a sitios inaccesibles con la lengua afuera y a comer arenques podridos. Me dan arcadas de solo pensarlo.

¿El motivo? Según mi hermana, rescatarme de mí misma. Su idea es que celebremos la llegada del 2023 en el lugar más remoto posible, en el que juntas enterremos los últimos tres años, suframos una especie de catarsis emocional y reseteo mental, y volvamos a España convertidas en dos mujeres nuevas.

En teoría suena bien, pero soy demasiado cínica como para confiar en revoluciones espirituales a estas alturas de la vida. Ya tengo cuarenta años. Acabo de matar mi pequeña tienda de repostería, que desde la pandemia sobrevivía dando tumbos y que era lo único que me anclaba a la realidad. Hace dos años que encadeno un fracaso amoroso tras otro después de que el amor de mi vida desde el instituto no resistiese el confinamiento 24/7. Al menos no prolongamos la agonía y lo dejamos con cierta dignidad. Y, al menos, tengo un piso mono a mi nombre, que  eso lo dejé muy claro en el momento en que entregué mi alma al diablo, es decir, al banco, y las cuotas las pago yo. El problema es que a partir de ahora solo tengo el subsidio de desempleo para tirar.

Y mi hermana me acaba de hacer gastar, para empezar, setecientos euros en un viaje Madrid-Reykiavik que sale mañana a mediodía. Por cierto, que ella se dedica a viajar, hacer fotos, entregar reportajes freelance a revistas de viajes, y, si tiene suerte, le encargan el análisis de un hotel, un restaurante o una experiencia; todo pagado, por supuesto. Tiene suerte, la jodida niñita. Le pagan por disfrutar.

Sigo enrollando prendas de ropa para que quepan mejor en la maleta. ¿Qué será más barato? ¿Pagar una maleta extra o por el exceso de peso del equipaje? Debería mirar la letra pequeña del billete de la aerolínea escandinava que nos llevará hasta allí. Solo sé lo que me ha dicho Valentina, que, como siempre, son vaguedades. Suspiro. Estoy agotada y ni siquiera he salido de casa todavía. No he viajado en avión desde antes de la pandemia. De hecho, me cuesta salir de casa hasta para salir a tomarme un café. Mi psicólogo lo llama el síndrome de la cabaña y se supone que es reactivo, que forma parte del amplio espectro de síntomas del monstruo que llevo de lastre a la espalda. Una depresión.

Es la primera vez que vamos a pasar las navidades fuera de casa, con desconocidos, en un hotel impersonal. Papá se revolcaría en su tumba al saber que dejamos a mi madre sola, aunque cuando se lo contamos, ella pareció más bien aliviada. Reconozco que en el último tiempo no soy una compañía muy agradable. Debe de estar más que harta de mis quejas y lloros sin motivo. Papá. Las lágrimas afloran a mis ojos al recordarlo. Otro peaje vital de la puta pandemia.

En fin. El resumen es que todo se ha venido abajo en mi vida estos últimos tres años y no levanto cabeza. Todavía me abruma la congoja cuando paso delante del que fuera mi pequeño local durante más de quince años; aún no han quitado el cartel de madera tallada y de colores verde y amarillo pastel.

Miel&Limón – Panadería artesanal – Repostería creativa -Cafetería.

Esto fue mi último intento de reflotar un barco que se iba a pique. Ofrecer cafés y bebidas no alcohólicas junto con mis cruasanes, bollos, magdalenas, quichés y tartaletas. No sirvió de nada. Tras dos años de respirar asfixiada como pez fuera del agua, me rendí. ¡Joder, me encantaba mi trabajo! Una bocanada de rabia y bilis me embargó. Quizá, si hubiese despedido antes a las dos chicas que trabajaban conmigo… no. No podía dejarlas tiradas. Lloraron tanto como yo cuando eché el cierre. Y seguían en paro también.

El teléfono móvil suena con estruendo en el silencio de la habitación y se me cae la prenda que tengo entre las manos. Otro rasgo maravilloso. Me da miedo hasta mi propia sombra. Cuando Damián se fue, no podía dormir por las noches, totalmente paralizada por el pánico. Me venían a la cabeza las ideas más absurdas: dejaría de respirar mientras dormía, alguien entraría en casa y me asesinara… el alma de la fiesta. Veo que es Valentina y pienso seriamente en ignorar la llamada. Primera perdida. Es inmune al desaliento. Ahora va otra vez. Contesto con un significativo respiro.

–Hola, Valen. ¿Qué pasa ahora?

–¡¡Oli!! He pensado que podíamos encargar un tour para ver las auroras boreales. ¿Qué te parece?

Su entusiasmo se traduce en mi cerebro en una caída en picado de mi cuenta corriente hacia los números rojos.

–Valentina, dijimos que no nos saldríamos del presupuesto. ¡Y ya lo hemos superado por más de mil euros! –Me entran ganas de llorar. ¿En qué momento me dejé engatusar por la loca esta?–. No. ¡Nada de excursiones extra!

–¿Para qué sirve el pago de las Visa en cuotas? ¡Es una oportunidad única! –dice ignorando por completo mi debacle emocional, y por supuesto, la económica–. Vamos, Olimpia. Tenemos que vivir esa experiencia.

Le imprime a ese «tenemos» la fuerza de un imperativo categórico, pero es solo un capricho. Odio ser siempre la que tiene los pies en la tierra. Ser la aguafiestas. La cortahilos. La responsable. La que tiene una mísera gota de sentido común en el puñetero cerebro.

–No, Val. Te he dicho que no. Además, ¡estamos en diciembre, joder! ¿Es que quieres morir congelada en la nieve y el hielo? –Suelto un gruñido de pura exasperación–. Todo este viaje es una puta locura.

–Eh, eh, que gracias a la corriente del Golfo, las temperaturas son bastante más templadas de lo que cabría esperarse en sus latitudes –me suelta con voz de enciclopedia–. Lo he leído en la guía.

–Lo que tú digas. Pero la excursion extra es un NO. –Recalco la negativa–. Si se supone que es tan fácil verlas, no nos hará falta ningún gasto extra más.

Suelta un enorme suspiro de resignación.

–Oli, se supone que este viaje es para vivir aventuras. Para pasarlo bien.

–Sí, pero no a costa de dejarme en la ruina.

–Con el cambio que hicimos de autocaravana en vez de pagar noches de hotel y el alquiler de un coche, vamos a ahorrar un montón de pasta –dice con lógica aplastante–. Venga. Necesito hacer unas buenas fotos de una aurora boreal. Es lo que me dará dinero después, el reportaje fotográfico. Recuerda que yo también tengo que ganarme la vida.

Cierro los ojos con fuerza durante unos segundos. Así es Valentina. Una fuerza de la naturaleza. ¿Que por qué me voy de viaje al fin del mundo con esta loca? Porque soy incapaz de decirle que no.

–¿Cuánto nos sale la gracia? –replico yo a regañadientes.

Ella suelta un grito de triunfo porque sabe que he dado mi brazo torcer.

–Solo trescientos euros. Por las dos. De verdad, Olimpia. ¡No te arrepentirás! Besos, besos, besos. ¡Nos vemos mañana en el aeropuerto!

Me cuelga el teléfono y no puedo evitar una sonrisa. Quizá este viaje no sea tan malo.

Soy Olimpia Saraiva, tengo cuarenta años, una hipoteca de doscientos mil euros y una depresión de caballo. Y me voy de viaje a Islandia con la loca de mi hermana menor.

CONTINUARÁ…

Javiera Hurtado – Todos los derechos reservados.

Espero que hayas disfrutado de este primer capítulo. Valentina y Olimpia prometen risas, llanto, peleas de hermanas, complicidad, aventuras y… mucho amor. Esperad a conocer a Triggvi y a Starkadur, los pobres chicos que se encuentran con ellas. ¿Te ha gustado? ¡Cuéntamelo en comentarios!

Y si te apetece leer una historia de amor que se meterá bajo tu piel, te invito a sumergirte en en universo de En cuerpo y alma: la serie de romance médico más vendida y mejor valorada de Amazon. En España, todas las novelas disponibles.

  • Novela romántica y ficción médica
    Radiografía del deseo, En cuerpo y alma 1. Descubre la serie de romance médico más vendida y mejor valorada de Amazon.

¡Deja aquí tu mensaje!

Javiera Hurtado Escrito por:

Cazadora de sensaciones. Médico y escritora. Viajera infatigable. Romántica y erótica. Ganadora del XII Premio Terciopelo de Novela.

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.